Un chapuzón en «blanco y negro»

Las piscinas, un recurso «moderno» de madrileños y madrileñas en sus eternas «disputas» contra los costeros de la Península.

Y decimos «moderno» porque puede que las piscinas públicas en la capital (y en nuestro país), no lleguen a los 150 años.
En nuestra ciudad, se debate si la primera piscina fue la de Niágara, una casa de baños que abrió en 1879 en la Cuesta de San Vicente y que, en 1931 sería sede del Club de Natación Canoe.
En cualquier caso, esa fue la década. Cuando la Segunda República llegó al poder, se promovieron piscinas para aliviar el calor del verano, ya que la playa era inasequible para la gran mayoría de los ciudadanos. Las piscinas supusieron una reivindicación social, no sólo en nuestro país, también en Europa o EEUU.

En la década de los años 30 se promovieron piscinas para aliviar el calor del verano, ya que la playa era inasequible para la gran mayoría de los ciudadanos.

Piscina-Club Stella

Una de las más destacadas fue la Piscina-Club Stella, ubicada en la cornisa de Ciudad Lineal y concretamente en la emblemática calle Arturo Soria 231. Planificada en tiempos de República, se inauguró en 1947 y tomó como nombre uno de los apellidos del propietario (Manuel Pérez-Vizcaíno Pérez-Stella). Contaba con diferentes praderas sobre las que tumbarse, y con un edificio en el que muchos vieron influencias del Club Náutico de San Sebastián, de Aizpurúa y Labayen, considerado como uno de los edificios pioneros del racionalismo español.
En lo que fue pionera «la Stella» fue en el “top less” y en el nudismo, contando incluso con una terraza para practicarlo.

Piscina La Isla

¿Y cómo se come eso de qué Madrid no tenga playa pero sí tuvo isla?
Y es que en la misma década de los años 30, surgió a orillas del Manzanares la elitista piscina La Isla, una de las piscinas más bonitas que ha tenido Madrid, hasta la destrucción de su emblemático edificio en la Guerra Civil.
Su autor, Luis Gutiérrez Soto, es también el autor del gran edificio del Cine Barceló, en el 11 de la calle con la que comparte nombre.

El edificio de esta piscina situada en pleno Río Manzanares, donde también se crearon las llamadas playas de Madrid, y al igual que ocurría con la Piscina-Club Stella, nos recuerda al del Club Náutico de San Sebastián de Aizpurúa y Labayen.

Posteriormente, y con el auge del uso de piscinas, aparecieron otras como la del Parque Sindical, popularmente conocida como «la charca del obrero», la mayor piscina de Europa en ese momento; la de Casa de Campo, también cerca del río, u otras menos famosas como las de Formentor o Mallorca.

Modernidad, salud, higiene, aire libre y democracia cambiaron para siempre el concepto de los deportes acuáticos en nuestra ciudad (y en nuestro país), propios de la élite y la aristocracia hasta la década de los años 30; y convirtieron estos espacios en un derecho accesible para todos los ciudadanos hasta el día de hoy.

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