Amigos de Lavapiés: «Eugenia Tenenbaum»
Eugenia Tenenbaum, divulgadora de la historia del arte con perspectiva de género, inaugura «Amigos de Lavapiés», una sección en la que entrevistaremos a personas relevantes que hacen de Lavapiés, uno de los mejores barrios del mundo.
Nacida en Galicia hace veinticinco años, Eugenia vino a Madrid a estudiar Hª del Arte hace más de 10 años. Desde su adolescencia empezó a compartir sus inquietudes a través de diferentes plataformas en internet: en un principio se dio a conocer como bloggera de moda, pero fue en Instagram donde encontró una forma más inmediata y personal de seguir comunicando aquellas cosas que la inquietaban, coincidiendo y aunando el movimiento feminista con sus investigaciones sobre estudios de género aplicados a la Hª del Arte. Actualmente compagina sus últimas asignaturas de la carrera con su trabajo como autónoma, ofreciendo formaciones relativas a la perspectiva de género y la historia del arte (cursos, talleres, visitas guiadas…), generando contenido en Patreon (una plataforma de micromecenazgo) y dedicándose a la divulgación en redes, donde también vuelca otras aficiones como la lectura, el cine o la fotografía.
¡Una mujer todoterreno, vamos! No perdáis detalle porque a continuación os dejamos la entrevista.
Derruir la dialéctica del poder en aras de conformar una sociedad más justa y más equitativa.
P. Los datos y las tendencias actuales indican que la brecha digital se está ampliando y que las mujeres no se ven lo suficientemente representadas en campos como, la gastronomía, la ciencia, la tecnología, la ingeniería, las matemáticas y la economía.
¿Cuáles crees que son las razones?
R. La invisibilización de los referentes existentes en esas materias creo que juega un papel crucial. Si no te ves representada en un campo, terminarás pensando que no hay lugar para ti en él. También, como el sexismo y la misoginia siguen estando a la orden del día, la mayor parte de mujeres que se dedican a campos altamente masculinizados tienen que hacer frente a continuas campañas de acoso y derribo que ponen en tela de juicio sus capacidades y, sobre todo, su derecho a habitar esos espacios académicos y laborales. La presión no sólo es social, también intelectual y personal.
P. ¿Qué cosas debería cambiar para reducir la brecha salarial que evidencian los datos de estos últimos años?
R. Creo que el camino más lógico aunque no por ello el más sencillo sería una implicación radical y estructural por parte de los poderes políticos. El primer paso sería reconocer de manera rotunda la existencia de dicha brecha salarial, negada desde muchos partidos vinculados a la derecha o la ultraderecha, para después poder emprender campañas de intervención efectiva y estatal para contrarrestarla. Es muy complicado combatir la brecha salarial cuando todavía no se da por sentada la doble e incluso triple jornada laboral de la mayoría de mujeres, o se niegan/malversan estadísticas que reflejan que somos nosotras las que lideramos las jornadas parciales para así poder realizar labores de cuidado no remuneradas dirigidas a familiares o personas a nuestro cargo. Mientras no se admitan de forma diametral estas tendencias, aquellos agentes u organismos que quieran combatirlas seguirán siendo tachados de exagerados, excesivos o innecesarios. Es necesario poner de manifiesto lo que implica ser mujer hoy en día, el peso simbólico que eso acarrea y cómo esto, a su vez, afecta a las decisiones que tomamos de manera individual en nuestras vidas pero que afectan a nuestra colectividad de forma general. No son casualidades, son problemas estructurales.
P. ¿Cómo definirías la situación actual en términos de igualdad de género?
R. Creo que se está produciendo una marcada polarización como consecuencia del auge del conservadurismo en la política española. Por un lado, veo cada vez a más mujeres (jóvenes, adultas y ancianas) radicalizando sus posicionamientos (entendiendo la palabra radical, en este sentido, como algo tan necesario como positivo) mientras en otros sectores percibo cómo se ponen en duda principios que creíamos que ya estaban asentados hace algunos años, como la existencia de la violencia de género, la desigualdad estructural entre hombres y mujeres o la necesidad de un movimiento interseccional como es el movimiento feminista. Por mucho que las mujeres en España hayamos alcanzado la igualdad formal (sobre si esto es una afirmación real o no podríamos debatir horas), poco o nada cambiará de ahora en adelante si no entendemos que también existe una desigualdad simbólica que trasciende el hecho de que podamos estudiar, tener nuestras propias cuentas bancarias, percibir nuestro propio sueldo o decidir si abortamos o nos divorciamos. Estas características formales, aunque necesarias, siguen sin ser suficientes.
P. ¿Crees que se te ha exigido más por el simple hecho de ser mujer? ¿Te has sentido cuestionada en algún momento de tu carrera profesional por ser mujer?
R. Las dimensiones de la exigencia, en mi caso, me han tenido siempre como centro a mí misma: soy mi mayor y peor juez. Esto, a su vez, no creo que tenga un carácter individual, sino que es fruto de mi socialización como mujer y de las inseguridades derivadas de ello, como el síndrome de la impostora o la certeza de que debo dar siempre lo mejor de mí no sólo para luchar contra las expectativas depositadas en mí como mujer, sino y sobre todo los prejuicios derivados de ello. Bien es cierto que ahora mismo cuento con determinada ventaja: actualmente soy autónoma y, por tanto, mi propia jefa.
Lejos de romantizar esta situación, sí soy consciente de que me concede la posibilidad de no tener miedo a ser despedida o interpelada por mis decisiones personales trasladadas al mundo laboral. Mi superior soy yo, y eso me permite una libertad de movimientos y decisiones que otras muchas mujeres no tienen. Si mi carrera profesional se desarrollase por cuenta ajena en lugar de por cuenta propia, otro gallo cantaría.
Sin ir más lejos, tanto en el terreno académico como en el terreno virtual, me he topado a menudo con paternalismos derivados de mi “corta” edad y muchas veces me he preguntado si la respuesta a mi trabajo sería la misma si en lugar de ser Eugenia fuese, por ejemplo, Eugenio. Creo que muchas mentalidades todavía no están preparadas para escuchar lo que una mujer joven tiene que decir desde la certeza, la vehemencia y la exigencia de un espacio donde ejercer el derecho a alzar su voz y a reivindicar el importantísimo papel que hemos jugado la mitad de la población desde que el tiempo es tiempo y la historia es historia. A los hombres les suele molestar que mujeres jóvenes (y no tan jóvenes) se especialicen en campos que ellos ni siquiera habían considerado dignos de investigación y conocimiento, pero no es nuestro problema: es suyo por haber estado demasiado ocupados mirándose el ombligo como para darse cuenta de que las mujeres necesitamos y exigimos la recuperación, visibilización y difusión de nuestra memoria colectiva, y que eso llevamos haciendo más de trescientos años desde el movimiento feminista y más de 50 desde los estudios de género.
P. ¿Qué le dirías a una joven de 18 años que finaliza el instituto y no sabe hacia qué sector dirigirse?
R. Le desearía que contase con el apoyo de su familia o su círculo más inmediato para acompañarla en la dura tarea de entender que es normal no saber hacia dónde dirigirse y es injusta la presión social que se pone sobre nuestros hombros cuando se acerca el final del instituto. No hay nada malo en, si puedes, tomarte un año (o los que hagan falta) de descanso antes de tomar una decisión precipitada.
Tampoco está mal ponerse a trabajar durante un tiempo para mantenerse hasta que se decide qué quiere hacer una con su vida académica y laboral. Les diría también que no se precipiten, que actuar contra la corriente no es fácil, pero merece la pena. Sólo nosotras vamos a vivir nuestra vida, así que sólo nosotras deberíamos elegir las decisiones que la atraviesan. Por último, también les diría que contemplen todas las opciones posibles: aunque sea la opción más aceptada, no todo es ir a la universidad.
P. ¿Crees que necesitamos cambios estructurales en la organización del trabajo para asegurar que tanto mujeres como hombres puedan contribuir y colaborar en equipo?
R. Desde luego. De hecho, en respuestas anteriores, he empleado el concepto “estructural” casi como piedra angular de toda solución a los problemas actuales. De nada sirven las cuotas, de nada sirve la discriminación positiva, de nada sirve una falsa sensación de paridad que es más performativa que otra cosa, hasta que no entendamos que debemos derruir la dialéctica del poder en aras de conformar una sociedad más justa y más equitativa donde las nociones de raza/etnia, sexo, género, orientación sexual y clase (todos atributos que conforman nuestra identidad social) sean algo puramente anecdótico y no algo crucial en nuestro desarrollo personal, académico, laboral y vital.
P. ¿Cómo crees que será el Día Internacional de la Mujer en el en unos años? ¿Habremos avanzado o retrocedido en relación a nuestras demandas actuales?
R. Es indudable que el movimiento feminista español es uno de los más multitudinarios de toda Europa: en otros países europeos no se ven las movilizaciones masivas que se ven, por suerte, en nuestro país. El problema es que, como decía bell hooks en “El feminismo es para todo el mundo”, para que un movimiento social pueda masificarse, el precio que debe pagar en muchos casos es el de despolitizarse: y eso es lo que creo que le está pasando al movimiento feminista, que se ha despolitizado. No basta con considerarse feminista, no basta con vestirse de morado, hacer una pancarta y salir el Día de la Mujer Trabajadora a las calles. La lucha feminista es una lucha que dura todo el año, y también toda la vida. Todas debemos revisarnos, preguntarnos quiénes somos y, sobre todo, cómo nos relacionamos desde nuestra posición. Me entristece ver movimientos centrífugos dentro del feminismo (aunque esto haya sido una constante, dado que las mujeres no somos una masa homogénea ni debemos esperar serlo), pero me entristece todavía más que el 8M se haya convertido en un día de lucha para unas pocas donde muchas no se sienten incluidas. Hasta que las mujeres no seamos conscientes de los privilegios que podemos ostentar, como la clase, la raza o la orientación sexual, y seamos conscientes de las violencias que podemos ejercer, el 8M seguirá siendo un día de exclusión para muchas. Los próximos Días Internacionales de la Mujer deberían ser tanto un día de lucha y manifestación activa en la calles como un día de introspección y reflexión sobre qué hacemos para defender nuestra colectividad en lugar de nuestra individualidad.
Respecto a si avanzaremos o retrocederemos, creo que no es algo que se pueda saber o, al menos, es algo que yo ahora mismo no sé. Lo que sí sé es que espero y deseo que nos mantengamos firmes en nuestras demandas, del mismo modo que espero y deseo que no nos conformemos nunca. Yo no quiero para nosotras un trozo de la tarta para que nos peleemos por él: quiero para nosotras la tarta entera y, además, la quiero de varios pisos para que ninguna de nosotras se quede con hambre. Ni más, ni menos.
Ver esta publicación en Instagram
Una publicación compartida de єυgєиια ν. тєиєивαυм (@eugeniatenenbaum)